“…la tierra tiene sangre y se está desangrando, las multinacionales le han cortado las venas a nuestra Madre tierra” (Querida Amazonia 42). El en marco del Día Mundial del Medio Ambiente, los distintos movimientos, asociaciones, grupos pastorales y congregaciones religiosas de la Iglesia Católica de Panamá que firmamos este comunicado expresamos a la comunidad panameña en general nuestra gran preocupación frente a algunas acciones y al proceso que se está llevado a cabo con el fin de convertir a Panamá en un “país minero”. Los hechos incluyen: la otorgación de la concesión de más de 25,000 hectáreas de tierra entre las provincias de Coclé y Colón; la evidente negociación con empresas mineras internacionales a espaldas del pueblo panameño y las comunidades afectadas; un proceso de supuesto “dialogo” sobre el tema minero sin la inclusión de actores que se opongan a este modelo para el país; y el mencionar continuo de las áreas de la Comarca Ngäbe-Bugle, sin respetar el claro rechazo de estas poblaciones a la minería y una ley especial que prohíbe tal actividad en sus territorios. Los ejemplos de daño ambiental, combinados con una débil institucionalidad y corrupción, sobran en el tema minero durante las últimas décadas. Para mencionar algunos… los sitios mineros abandonados, como las minas Santa Rosa en Cañazas y Petaquilla en Molejón las cuales han dejado graves daños ambientales y situaciones precarias para las comunidades cercanas. Hasta el momento, el estado panameño no ha sido capaz de resolver estas situaciones peligrosas. Otro ejemplo doloroso, poco conocido por el pueblo panameño, es que el estado panameño pagó a una empresa minera norteamericana casi dieciséis millones de dólares en noviembre de 2020, en plena pandemia, cuando un mecanismo de arbitraje del Banco Mundial falló a favor de la empresa que quiso seguir su actividad ilegal en Cerro Chorcha de la Comarca Ngäbe-Bugle (ICSID caso ARB/16/13). Entre los varios temas relacionados a la minería que nos preocupan, podemos mencionar los daños ambientales, su debilidad como modelo económico y la falta de participación de las comunidades afectadas en la toma de decisiones… Cuidar de nuestra Casa Común: Como parte del Corredor Biológico Mesoamericano, Panamá goza ser unos de los lugares con más biodiversidad en el planeta. Como creyentes, vemos en esa bendición el compromiso de cuidar de nuestra Casa Común. El lenguaje adoptado por las empresas mineras y gobiernos (limpio, sostenible, verde) son expresiones plenamente falsas frente a los daños irreparables y no mitigables que trae en si esta industria. Como menciona el Papa Francisco en Laudato Sí, “las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre”, como el ejemplo actual de Molejón (Laudato Si´, 51). La minería en el contexto de Panamá destruye vastas extensiones de bosque tropical. Estos daños no son mitigados por la siembra de monocultivos en otro lugar, así como las fincas de monocultivos no son “reforestación”. “El reemplazo de la flora silvestre por áreas forestadas con árboles, que generalmente son monocultivos, tampoco suele ser objeto de un adecuado análisis” y puede “afectar gravemente a una biodiversidad que no es albergada por las nuevas especies que se implantan” (Laudato Si’ 39). El uso y contaminación del agua es también significativo. La minería, por fin, es una actividad finita que cuando agota los recursos sólo deja destrucción, desolación y poca capacidad de regeneración ambiental. Buscar modelos económicos justos: La justificación por parte del gobierno y otras entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo en impulsar la actividad minera en este momento es la reactivación de la economía postpandemia. En este tema, queremos dar eco de nuestros obispos de Centroamérica, quienes dijeron que “no toda inversión es deseable; es el caso de la minería” Los países de la región, incluyendo a Panamá, “tienen leyes débiles ante la inversión extranjera y una laxa reglamentación que no garantiza que sustancias contaminantes como el cianuro, se manejen con seguridad para la salud de la población” (SEDAC, 26 de noviembre 2010). Debemos tener en cuenta que Panamá es un país pequeño y con ecosistemas muy frágiles, por lo que se hace necesario sentar las bases de una economía verde y de una producción circular que nos beneficie a todos junto con el medio ambiente. En lugar de aceptar un modelo de “desarrollo” minero que ha provocado grave desigualdad en otros países, con una sana visión postpandemia, mejor buscamos “un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamente en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos” (Aparecida, 474.c). Ya es momento de dejar de ver la creación de Dios como “bienes del mercado”. Respetar la dignidad de todas las poblaciones: Vale mencionar también que las experiencias con la industria minera en el país, así como en todos los países, ha sido de poca consulta y respeto a las poblaciones afectadas. La manipulación y corrupción dominan en lugar del dialogo. Por eso, los obispos de Centroamérica han señalado que no “se han desarrollado mecanismos de consulta legítimamente reconocidos que permitan a las comunidades afectadas informarse verazmente y hacer valer sus demandas” (SEDAC, 26 de noviembre 2010). El Papa dice en Laudato Si’ que “la previsión del impacto ambiental de los emprendimientos y proyectos requiere procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la corrupción, que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y debatir ampliamente” (182). En estos procesos, las poblaciones tienen todo el derecho de decir “no” a la imposición de estos megaproyectos que cambiarán completamente sus vidas en forma negativa. Resaltamos el ejemplo de los consensos logrados por los pueblos indígenas ngäbe y bugle en la Ley 11 de 2012 de no permitir la mina metálica en sus territorios, acuerdos que los organismos nacionales e internacionales deben respetar. El Papa Francisco afirma en Querida Amazonia, que “no respetan el derecho de los pueblos originarios al territorio y a su demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo, hay que ponerles los nombres que les corresponde: injusticia y crimen” (14). El sentir de estas palabras se aplica también en territorios no indígenas, donde las poblaciones rurales siguen sufriendo la injusta imposición de estos perjudiciales proyectos. Basados en lo mencionado, demandamos… { Que las instituciones correspondientes abran un espacio de amplio y autentico dialogo que involucre a todos los actores y no descarte una moratoria minera total como resultado del proceso. { Que el Ministerio de Comercio e Industria suspenda la nueva concesión de 25 mil hectáreas hasta que el proceso anteriormente mencionado llegue a su término (Resolución no. 89 de 12 de mayo de 2021). { Que el gobierno cumpla efectivamente con el reciente vigente Acuerdo Escazú que ese aplica a los procesos de verdadera participación de las comunidades afectadas en la toma de decisiones que las afectan. “No podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (Laudato Si´ 49). 5 de junio de 2021 (Día Mundial del Medio Ambiente) Movimiento Laudato Si´ Panamá Red Eclesial Ecológica Mesoamericana capítulo Panamá (REMAM) Comisión de Justicia y Paz Universidad Santa María la Antigua (USMA) Pastoral Social/Cáritas Pastoral Afro Panameña CEP Solidaridad y Misión Panamá (SOMI) – Misioneros Claretianos Pastoral Migrantes, Vicariato de Darién Coordinadora Nacional de Pastoral Indígena (CONAPI) Pastoral de la Tierra, Misioneros Claretianos, Semaji Pastoral Universitaria (CRUV) Pastoral de la Cultura CEP Pastoral Penitenciaria Congregación de San Vicente De Paul, Región de Panamá Juventud Católica Ngäbe, Soloy Equipo de Pastoral Indígena Arquidiocesano (EPIA) Pastoral Indígena Diócesis de David Misión Agustino Recolecta, Changuinola Instituto Esclavas del Sagrado Corazón de Santa Caterina Volpicelli Hermanas de la Misericordia Oblatas del Corazón de Jesús Legión de María El Instituto María de la Américas (MARILAM) Equipo Latinoamericano para la Promoción del Cambio Sistémico Misioneros Seglares Vicentinos Panamá (MISEVI) Sociedad de San Vicente de Paul (SSVP) Fundación Nuestra Señora del Camino Pastoral Juvenil de las Hijas de Caridad Consejo Parroquial Inmaculada Concepción, Concepción Parroquia San Vicente de Paúl, Soloy Sector Pastoral Renacimiento, Chiriquí Fundación Héctor Gallego Movimiento de Profesionales Católicos – Panamá Grupos Aliados: Comité Cívico Torremolinos Fundación Humanitas Movimiento Ascanio Villalaz Paz Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad (FRATER) Alianza Estratégica Nacional Movimiento Anticorrupción de Veraguas
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https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSflUkUqADKH32Rztk9yQhQq37dRLP2TrBLk4uNjgrvSk_foXg/viewform?gxids=7628 Tres palabras ponderosas. Porque a todo el mundo le gusta una buena
historia. Sucedió una vez que, después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, algunos países congregaron para formar una nueva organización internacional. La Liga de Naciones había muerto. Pero era obvia la necesidad de una plataforma, una manera organizada en que naciones pudieran reunir y discutir asuntos comunes, especialmente la paz. Entonces nació la Organización de las Naciones Unidas, hace 75 años, el 24 de octubre 1945, en San Francisco, con una constitución que empieza “Nosotros el Pueblo.” Mientras terminamos este año aniversario, caracterizado por reflexión seria más que celebración según la insistencia del Secretario General, una mirada crítica y esperanzadora parece oportuna. Frecuentemente críticos citan los procedimientos excesivamente lentos y complejos en la ONU, su burocracia, su tendencia de discutir asuntos una y otra vez, sin cambios reales. También se critica la organización por ofrecer una plataforma para las naciones a firmar documentos y pronunciamientos frente a la prensa internacional sin ponerlos en práctica. El “show” y la hipocresía son innegables. Mucho de esto es verdad, pero no refleja toda la verdad. Por qué tan compleja y lenta? Con 192 países, múltiples culturas y lenguas, y una miríada de intereses y temas, cómo hacer cualquier cosa rápidamente? En su defensa, la ONU no tiene poder de hacer cumplir sus decisiones, mucho menos controlar lo que las naciones, o “Estados Miembros” en lenguaje oficial, deciden hacer. A la vez el Consejo de Seguridad tiene una debilidad significante: no hay membresía para los poderes globales de ahora, como Japón o India, y reformar el Consejo parece inmensamente difícil. Y con un el surgimiento alarmante del nacionalismo extremo en algunas partes del mundo, actuar como colectivo de aliados se amenaza, y entonces también solidaridad y acción por el bien común. Pero la ONU sirve como un foro global inestimable donde países pueden discutir y actuar sobre asuntos importantes, la paz y la guerra por supuesto, y también la ONU protege derechos humanos, proporciona ayuda humanitaria, lucha contra la pobreza extrema, levanta atención al cambio climático, promueve el desarrollo sostenible, y defiende la ley internacional. Una agenda amplia y abierta a la vez—ahora la ONU responde también a COVID19. Es importante recordar que la ONU no es un fin en sí, sino un medio para alcanzar metas comunes. En su libro Política y Proceso en la ONU, Courtney B. Smith utiliza como sub-título La Danza Global y dice que “La fuerza y efectividad de la Organización depende del apoyo activo de los Estados Miembros y sus políticas…la ONU congrega a diversos actores en una rutina compleja de procesos y prácticas donde cada uno intenta cambiar la música para que el proceso vaya hacia los resultados que prefiere. Algunos pretenden, otro inspiran, y unos pocos no participan, pero la esperanza es que el número de participantes dispuestos a bailar a la misma música crezcan con tiempo, para que soluciones efectivos a los problemas globales se puedan encontrar.” Dag Hammarskjold, anterior y reconocido Secretario General, nos recuerda que la ONU “no fue creado para llevar la humanidad al cielo, sino a salvar la humanidad del infierno.” Dejados solas, las naciones pueden poco a poco caer en antagonismos peligrosos, y sin un esfuerzo multilateral, problemas viejos pueden empeorar. El Papa Francisco dice que la ONU es “un punto de referencia obligatorio de la justicia y un canal de la paz.” No hay alternativa a la ONU. Si no existiera, habría que inventarla. El reto es ayudarla a alcanzar su promesa. En un sentido real, NOSOTROS somos la ONU porque se trata de nosotros y el futuro de las Personas y la Planeta. Ayudemos a que bailen a la misma música, la del bien común universal. Démosle un buen final a esta historia! Entonces pudiéramos: Rezar a que la ONU alcance su promesa para el bien de toda la humanidad; Conectar con la ONU, y conocer su Agenda2030 para Personas y Planeta, las 17 metas de desarrollo sostenible, que a la primera vista parecen un sueño utópico pero que se pueden realizar si las naciones colaboren para el bien común. Utilice los sitios web de la Familia Vicentina; para la CM, www.congregaciondelamision-un-ngo.com; Unirse a los esfuerzos de acción política con otros vicentinos sobre asuntos relacionados con nuestro carisma, por ahora la campaña para terminar la falta de casa que sufren tantos. James Claffey NGO representante de la CM a la ONU Hace algunos años, mi hermana, enfermera de cuidados intensivos de una reconocida Agencia de Atención Médica Domiciliaria, escribió un artículo en un periódico local sobre el cuidado de pacientes confinados en casa. Lo tituló «Quien Manda», copiando el título de una popular sitcom televisiva de la época.
Ella quería señalar que los pacientes deben tener voz en decidir su protocolo de tratamiento, para que sea exitoso. Que los cuidadores deben escuchar a los pacientes y tomar sus opiniones en serio, en vez de pensar que solo el profesional capacitado sabe qué hacer y cómo. Después de todo, ellos son los profesionales, y si no, ¿para qué tanto estudio y preparación? Recordé todo esto mientras leía Street Homelessness and Catholic Theological Ethics [Sinhogarismo y Ética Teológica Católica], co-editado por Mark McGreevy, coordinador de la Alianza FamVin con los sin hogar (FHA). La Alianza es el singular proyecto común de las 160 ramas de la Familia de san Vicente de Paúl, patrono universal de las obras de caridad de la Iglesia Católica. La Familia sirve actualmente en 156 países. Esperaba capítulos llenos de llamamientos a la promoción y el cambio estructural, para eliminar el fenómeno de la falta de vivienda, como componente necesario para poner fin a la pobreza. Pero el primer capítulo trata de «encontrar y acompañar» a las personas sin hogar como parte de la «revolución de la ternura» que el papa Francisco proclama. A continuación se habla de Empatía, Humanidad y Hospitalidad. Inmediatamente pensé: «oh no, por favor, que no se espiritualice demasiado un problema social crítico». Como muchos hacen solo ofreciendo «pensamientos y oraciones» después de tiroteos fatales, sin hacer ningún esfuerzo para solucionar el tema concreto. ¡Qué equivocado estaba! Momentáneamente olvidé lo que san Vicente nos enseñó: que no se trata tan solo de hacer el bien en el mundo, sino de hacerlo bien. Como cuando él habló de alimentar a los hambrientos, darles pan y sopa, pero también una taza, una cuchara y una servilleta, para que puedan comer con la dignidad que merecen. Confrontar el problema sistémico de la falta de hogar, y, de hecho, de todas las formas de pobreza que deshumanizan a tantos, es el objetivo legítimo. Pero también es necesario comenzar con el método correcto de «escuchar y acompañar» porque es esencial el cómo se realiza el cambio. Muchos de nosotros hemos aprendido que el verdadero y duradero cambio de los sistemas que atrapan a tantas personas en la pobreza se produce de abajo hacia arriba, no de arriba hacia abajo. No de los que ostentan posiciones de poder, ni de los gobiernos. La pobreza, incluida la falta de vivienda como componente clave, no puede ser borrada mediante decretos, ni ciertamente no se solucionará con promesas políticas. Vendrá desde las víctimas de la injusticia, de las personas que sufren el problema, que son los verdaderos «expertos» en los temas. Deben ser escuchados, deben estar involucrados y deben actuar. Pero no lo harán a menos que nos acerquemos a ellos, se les escuche, se les acompañe y se les tome en serio. Los autores del primer capítulo ofrecen un poderoso testimonio sobre su encuentro con las personas sin hogar. En sus contactos en la calle descubrieron que no se trata principalmente de dar ayuda, sino de construir relaciones. No el desarrollar nuevos círculos sociales o reemplazar a los amigos, sino desarrollar relaciones amistosas de confianza y respeto con aquellos que experimentan la falta de hogar. Una descripción posterior en el libro lo resume maravillosamente: Todo comienza con las conexiones de persona a persona, de ser humano a ser humano. No se produce cuando la persona con una posición privilegiada busca salvar o cambiar a la persona que está sufriendo. Más bien debe haber una profunda escucha de las palabras, los sueños, las esperanzas que ya están dentro del individuo. Ese tipo de escucha no es fácil para la mayoría de nosotros, en una época que limitada capacidad de atención y sobrecargas de información las 24 horas del día. Pero, si nos involucramos en el proceso de verdadero acompañamiento, ambas personas pueden cambiar de manera significativa y positiva. Tal vez incluso «convertidos» a la manera vicenciana: evangelizamos y servimos a los pobres, y nosotros mismos nos convertimos en el proceso. Esta es la «cultura del encuentro» de la que habla el papa Francisco. Es la amada comunidad de Martin Luther King Jr. Es un pedazo del Reino de Dios que se supone que debemos construir en la tierra. Significa que nadie tiene casa hasta que todos tengan un hogar. Significa escuchar a los verdaderos expertos aquí. Y cómo llegamos ahí depende de cómo empecemos. Jim Claffey, representante de la ONG de la Congregación de la Misión ante la ONG Addendum: ¿Estás preocupado por la falta de vivienda? Visita www.vfhomelessalliance.org para saber más o para unirse a la campaña «13 casas». |